Pensar en Tucumán es conectar con su condición de “jardín”, con la exuberancia natural y el gen de expansión que se refleja en todos los ámbitos que la constituyen, incluso en sus comunidades. Es así que el arte de nuestra provincia representa un faro en el escenario artístico nacional e, incluso, internacional, siendo ello lo que construye el campo simbólico que se proyecta en las prácticas artísticas contemporáneas que se gestan desde estas latitudes. Esa conexión natural se refleja en estos 5 artistas de Tucumán, cuya producción se encuentra en constante crecimiento para explorar, retratar y conectar con la naturaleza indómita que los configura: Carlos Alcalde, Eugenia Correa, Florencia Vivas, Juan Lemos y María Rosa Mamana. Naturaleza que no habita solo en el bosque, sino que mora dentro y fuera nuestro, en el territorio donde nuestras emociones, nuestros impulsos, nuestras intuiciones y anhelos más profundos buscan proyectarse. Según el diccionario las malezas son plantas que crecen en lugares indeseados e invaden, pero es esa misma naturaleza la que a veces trae beneficios. Evolucionan para adaptarse, son abrigo, espesura y refugio para otros seres vivos, son medicinales, incluso cubren y nutren con rapidez tierras devastadas. Es así que estos artistas brotan como la maleza sin mostrarse incómodos, pues han aprendido a convivir con los cultivos “aceptados” y se han adaptado para encontrar sus espacios de crecimiento. En sus trazos, materialidades e idearios dejan entrever “los beneficios de las malezas” al expandirse con libertad, donde no se circunscriben a ningún territorio, emergen tanto en el plano como en el espacio y visitan las técnicas para transformarlas y transformarse. Artistas que son bendita maleza porque revisan los discursos, los acogen, cuestionan y resignifican para vincularse desde la paradoja de las oposiciones que los nutren, tomando el ritual como un juego sempiterno para el encuentro entre la materia y lo plasmado en ella. Pinturas, dibujos, instalaciones, intervenciones gráficas y textiles que señalan los muros de lo establecido para invadirlos en el acto alquímico de rediseñar el entorno y las creencias puestas en forma de velos, donde la alteridad y el suceso de ser otro genera nuevas afectaciones que dejan todo en otro lugar. Ser este refugio que crea y desborda, habilita el encuentro con la otredad, para sumergirnos en el silencio y sentir irradiar lo salvaje dentro nuestro.